Rodolfo por él mismo

Desde chico tuve la influencia de mi abuelo Ernesto. Le encantaba la poesía, a mí me gustaba escucharlo leer sus poemas, escucharlo recitarlos de memoria. Comencé leyendo a los poetas peruanos, me enamoré de la poesía de César Vallejo casi al instante. Amé lo que vi de Javier Heraud, luego descubrí a Rimbaud; esa experiencia fue muy intensa. La poesía me sirvió para soportar la vida cuando esta no tenía para mí ningún sentido, me conectó con esos espíritus que hasta ahora me acompañan. Hoy ya tengo un libro publicado y varios poemas que podrían formar parte de un nuevo libro. Hoy la poesía sigue siendo mi alimento espiritual, mi mundo más íntimo


Acerca de él

Lo conocí a través de su primo, Raúl, el médico que me salvó de quedarme en silla de ruedas por no sé cuánto tiempo más. Lo conocí también por eventos de solidaridad en los que él siempre ayudó sin pedir nada a cambio. Y no contaré detalles, pero diré que por estas dos razones me animé a leerlo, colando sus textos muy por encima de los de otros escritores. Quería saber quién era este ateo que practicaba tan bien el amor al prójimo y tan bien esto de cuidar a los demás como rezaban los mandamientos que él renegaba. Leí los versos de Rodolfo cuando ya estaban publicados en el poemario "¿Heredero de un reino?". Y lo que pienso de este libro lo he dicho ya en su presentación y en este artículo, que escribí además con un lápiz bien tajado. Él no ha sido asistente a mis talleres, sino invitado. Y para mi es un honor tenerlo entre los que participan en este blog y en esta plaqueta. Le agradezco mucho por publicar con nosotros y por jalar con nosotros este mar del ángel solo. Les dejo sus versos.

presentación de  poemario

poemas 



(Sin título 2) - Pertenece a "¿Herederos del Reino?"


Eras una figura solitaria en una peña

con los pies bien asidos

eras diminuta en una inmensidad azul

Ojos de hombres contemplaban absortos

el marco

La peña con el par de clavijas sosteniendo tu cuerpo.

Aleteabas surcando el aire

y te sumergías clavando el pico en esa masa azul transparente que se agitaba

Golpeaba la peña salpicando gotas de sal

Los hombres con miradas absortas

te seguían crueles

Mientras te envolvías en sal y en arena

Tu cuerpo es el monumento legendario

ícono de los hombres presos

que anhelan partir a revolcarse en aguas nuevas

más allá de donde llegaron tu alas

lejos del sol y la ceniza




(Sin título)


La historia que tallas en mis huesos

punzante hincón de buril sobre este mate blando,

ayes caen, se precipitan,

y aparece el sapo lenguaraz

ensuciando mis papeles.

Yo vivo esperando noches (para bebérmelas)

pero vienen siempre negras, sombrías.

Oh, leve exilio lúdico;

me detengo al filo de los cráteres abiertos

abismos,

miro hondo arrebatado por el vértigo,

mi carne se esponja

mientras cantan dulces ecos líbidos.

La canción, buril, que aprietas en mis huesos

crujientes de esta lúdica sombra en el exilio.




1

Antes de ser el humo

que leías todas las mañanas

señales difusas que viajaban

dispersas,

he sido alacrán

un ojo medio abierto y otro cerrado

Pero tú fuiste esa muñeca altiva, vigorosa

perfecta

a quien nunca habría querido quebrar.

Tú bailabas tres o muchos pasos

yo terminaba exhausto entre las espinas

tú al margen derecho

Se rasgaron vestidos y mis trajes de campaña

los zapatos -caminar descalzo duele-

Hemos sufrido como huérfanos

nos habíamos quedado solos

divididos.



2

He caminado calles que daban al mar

De niño construía casas en los árboles

con una vista hermosa al jardín del edén que quedaba en mi casa

teníamos también esa higuera tenebrosa

plantada cual árbol del bien y del mal,

además del cielo, en donde podíamos observar curiosas figuras,

constelaciones

y habitaba allá un terrible sol caliente

que

se disipaba al sumergirnos

en las aguas claras de la piscina de la casa

Yo y mis paredes de árboles

mi perímetro

nuestro pequeño pedazo de cielo

¡nuestros hermosos muros!

(afuera se desangraban las manos por conseguir el pan

y podría asegurar

que

se olía la muerte

en ese terreno plagado de higueras secas

infértil como la vida de los niños que salían a trabajar a las seis)

Hoy que he caminado un poco más y he visto,

¡juro que he visto!

quisiera sumergirme en el mar

y quedarme ahí hasta que me recojan las algas