Juan Pablo por él mismo


Soy Juan Pablo Ronco, bachiller en Historia por la Pontificia Universidad Católica del Perú y actual alumno en la Escuela de Posgrado en dicha casa de estudios. Quiero contar que, a principios de marzo del año pasado, mientras me paseaba por algunas librerías de Miraflores, sucedió algo inesperado. Al buscar un libro al azar para comprar, solo un título captó mi atención: Rehenes del tiempo, del poeta peruano Walter Curonisy (1940-2012). Luego de adquirirlo y de enfrascarme en su lectura, quedé cautivado con la frescura y potencia de sus versos, con esa denuncia frente a la vida en cada uno de sus poemas, con ese nihilismo que transmitía en cada una de sus sentencias (y que golpea como un martillazo al espíritu) y, sobre todo, por ser muy reveladora ante las dudas existenciales que afrontaba en ese momento.

Con el paso de los meses fui entrando al mundo de la poesía: Neruda, Portal, Pimentel, Varela, los Nadaístas colombianos (con Gonzalo Arango a la cabeza), una antología de poesía peruana del siglo XX y, finalmente, Bukowski fueron mis acompañantes al final de cada jornada. La poesía se convertía para mí en una posibilidad. Comencé a escribir algunos poemas. Ese interés me llevó al taller de Andrea Cabel en enero de este año. Gracias a ella y a mis compañeros, entendí la poesía como una necesidad, una exploración, un encuentro conmigo mismo. 

juan pablo ronco. fuente: el poeta mismo

Además, conocí y profundicé a dos poetas que han marcado mi perspectiva sobre la poesía: Jorge Eduardo Eielson y José Carlos Agüero

Desde entonces, la poesía la pienso como un respiro, una compensación, un encuentro, una objetivación de mi inconsciente, un alimento subversivo de significados, una constante transgresión, una posibilitadora de imposibilidades; en otras palabras, como una disciplina del goce. 
poemas inéditos


Reflejo



Estabas presente y no lo estabas

Me escuchabas y eras sordo

Te abrazaba y no tenías cuerpo

Me sonreías y no tenías boca

Te esperaba y no existías

¿dónde encontrarte?

Eras mi modelo, mi soporte

Quise seguirte, quise imitarte

Quise sentirte, quise comprenderte

Conocerte más

Nutrirme de ti

Mas fracasé

No podía

¿estaba imposibilitado?

Pasaron los años

Y crecimos juntos

Tu cambiaste Yo cambié

El mundo envejeció

Tú y yo envejecimos

Y seguí intentándolo

Hasta que un día vi tu mirada

Y allí estabas

Triste desolado frustrado humillado impotente

Con deseo de llorar y que nadie te vea

Con deseo de desaparecer y no volver

De permanecer siempre ausente

De horizontar tus desencuentros

solitario

Y luego comprendí

Que siempre fuimos uno solo

Idénticos revueltos cómplices

Queriéndonos en silencio

Entendí, finalmente, quién eras tú

Quién era yo

Quiénes éramos

Quiénes somos




Encuentro 

                                                         a Eielson



Noche de verano

Agua de mar

Puerta de luz

Aurora de suspiros

Ecos de estrellas

Toda alteración, toda locura, todo arrebato brota del vacío

Observo su rostro, siento su cuerpo, olfateo su mirada

Y poco a poco

conociéndonos concibiéndonos venciéndonos

nos fundimos como el monte del Vesubio

Deleitamos el silencio de la nada

Las contorsiones llegan al punto paroxismal

y la naturaleza exaltada con todos sus elementos

alcanza su armonía como la gravedad universal

Ecos de estrellas

Aurora de suspiros

Puerta de luz

Agua de mar

Todo

Todo

Todo

Todo

En una noche de verano

via lactea.


Irrupción 


Mar de febrero que vas y vienes

Brisa suave que moldeas la piel

Espuma que deleitas la vida

Piedra y arena que susurran el espíritu

Verano de invierno

La tranquilidad la armonía

El deleite la contemplación

se detienen

Se ahuyentan

Se trastocan

Se marchitan

Se acaban

El mar se paraliza

La brisa se evapora

La espuma se diluye

Piedra y arena desaparecen

Verano ausente

Pues llegó la hora del hombre

Del trabajo

De la fatiga

De la alienación

De la desesperación

En fin

De la rutina